Elogio del amor


Èloge de l’amour
Resulta difícil hacer una sinopsis clara de una cinta como el Elogio del amor. Éloge de l’amour, frase con la que se inicia el filme parece ser el proyecto todavía no definido —¿opera, teatro, película...?— de Edgar (Bruno Putzulu). Trata de los momentos clave del amor: encuentro, pasión, discusiones y reconciliación. El proyecto va a retratar esos momentos en tres parejas diferentes; jóvenes, viejos y adultos. El problema de Edgar es saber qué es un adulto.
Hay dos grandes momentos en esta narración, el tiempo presente, que ocupa la primera hora de la película, rodado en blanco y negro. Durante esta hora la (in)acción avanza hacia atrás, del presente hacia el pasado, y domina la idea de la búsqueda. La última media hora, en color saturado, narra un curioso episodio del que se ha hablado en diversos momentos: unos estadounidenses acuden a ver a una pareja de ancianos resistentes para comprarles los derechos de sus memorias y rodar en Hollywood sus actividades y su romance. La relación entre ambas partes es clara, si el espectador ha estado despierto y con los sentidos alerta.
Como si de un documental se tratara una cámara amiga, confidente, servicial, acompaña a Edgar continuamente en sus investigaciones sobre este proyecto. Las imágenes avanzan a saltos, los saltos de la reflexión y de la distancia temporal. Y la reflexión sigue unos senderos extraños: "del amor y de cualquier cosa", rezan unos títulos explicativos o de transición, junto a otros que dicen simplemente "imágenes de archivo" que a veces marcan transiciones temporales. Ese "cualquier cosa" sobre el que se reflexiona es todo lo que importa a Godard: el arte, el valor, el teatro, el sentimiento de ser colonizados por los Estados Unidos, qué fue de verdad la Resistencia a los nazis, faltan niños, vuelta a la religión, y sobre todo el sentido de la historia.
El problema con Jean Luc Godard es que el crítico no le suele —o no puede— tratar como a los demás directores. Sólo se puede comparar consigo mismo. Godard lleva diez años sin estrenar (por no hablar de estrenar en España). Lo mínimo que se puede decir de él es que no es convencional y que en sus mejores momentos dice cosas que merecen ser escuchadas. Por otra parte sólo una porción de su extensa obra alcanza esos grandes momentos. Esta película es de las más interesantes de su última época y, a pesar de todo puede resultar insoportable para quienes sólo están habituados al cine narrativo.
Entrando en el plano personal, he visto esta cinta en dos ocasiones. La primera me resultó llevadera, aunque críptica, la parte en blanco y negro, cuando llegó el color estaba demasiado cansado para valorarlo. En la segunda ocasión, y ante mi propia sorpresa, me sentí cautivado por todo el filme. Entonces pude entender, si se me permite una afirmación tan osada, este viaje de la memoria lleno de tristeza, de soledad y, en buena parte de belleza, construido con imaginación y originalidad. No en vano esta cinta hace frecuentes alusiones a Bresson y a Vigo. Película sólo apta para iniciados, también recomendable para aquellos que sientan curiosidad por este autor francés. F.G.-D.

Director: Jean-Luc Godard.
Intérpretes: Bruno Putzulu (Edgar), Cecile Camp (Elle), Jean Davy (Abuelo), Françoise Verny (Abuela), Audrey Klebaner (Eglantine), Jérémy Lippmann (Perceval), Claude Baignières (Sr. Rosenthal), Rémo Forlani (Mayor Forlani), Mark Hunter (Periodista estadounidense), Jean Lacouture (Historiador), Philippe Lyrette (Philippe), Bruno Mesrine (Mago).
País: Francia-Suiza.
Año: 2001.
Producción: Le Studio Canal+, Les Films Alain Sarde, Vega Film y arte France Cinema.
Guión: Jean-Luc Godard.
Fotografía: Julien Hirsch y Christophe Pollock. 
Montaje: Raphaëlle Urtin.
Estreno en Madrid: 11-X-02.
Distribuidora cine: ARP Selection.
Duración: 98 minutos. Género: Drama.
Premios Principales: Nominada a la Palma de Oro en Cannes 2001.
Público adecuado: Adultos.