Yo soy el amor


Título: Yo soy el amor
Título original: Io sono l´amore
Director: Luca Guadagnino
Género: Drama
Duración: 120 minutos
Fecha de estreno: 21 de mayo de 2010
Intérpretes: Tilda Swinton, Flavio Parenti, Edoardo Gabbriellini, Alba Rohrwacher, Maria Paiato
Guión: Luca Guadagnino

Yo soy el amor es una historia de una familia de alta burguesía industrial que se ve asediada por cambios internos, que suceden de forma más o menos natural, pero definitivamente destructiva. Una familia donde la mujer está relevada, donde los sentimientos son contenidos. La problemática se inicia con la herencia de poderes del abuelo al padre e hijo, que hace que cada uno al cambiar de postura hallé su auténtica y nueva realidad.

Io sono l´amore pretende hablar de un amor encontrado, descubierto pero que no se habla. Los dialogos son escasos, se trata de un lenguaje de silencios y gestos, pequeños detalles dentro del hermetismo. Luca Guadagnino filma desde la distancia y muestra con los espacios del film el alma de sus personajes. La búsqueda de identidad en las localizaciones. Por eso, el primer cambio hacia el amor se da cuando la hija se va fuera a estudiar y conoce un amor verdadero, prohibido por los ojos conservadores y que abrirá los ojos a una madre que reconoce su verdadera necesidad de amar y ser amada. Los espacios así (caserio, fabricas, despachos) convierten a los protagonistas en objetos que al contacto con la naturaleza se liberan. La esposa perfecta encuentra la pasión en el cocinero, quizás por eso, porque reaviva sus sentidos y su instinto encerrado y escapa con él del corse de mujer ‘florero’ y madre con sindrome de la casa vacía. Y quizás no existan más razones, o apenas se mentan, mientras se cruzan los retazos de cada uno de los miembros de la familia y se masca poco a poco el fin de la misma.

En ese sentido, la narración visual, con el hilado imágenes que suplen las conversaciones, eximen a los personajes de la obligación de hablar o superar las convenciones que les atan de forma expresa, pero también hace que la historia se vuelva pueril e insuficiente. Esto se ve en el uso de símbolos demasiado simples, como son el corte de pelo como acto de liberación o rebeldía, el cambio del tipo de ropa de ellas, el regodearse en la satisfacción de comerse el plato preparado por el cocinero-objeto de deseo, o en los planos intercalados de las flores y la naturaleza en medio del acto de pasión, sentimiento no muy bien desarrollado ni justificado y más bien mudo. Y yo me pregunto ¿dónde está ese amor? ¿Quién es el amor?

Tilda Swinton aprovecha esta película de Luca Guadagnino (segundo trabajo sobre el amor juntos) para andar a sus anchas. Esto no es sólo por sus habilidades actorales e idiomáticas ( su papel es de una rusa italoparlante) sino porque es productora del film, y se nota. Su personaje que es el de la esposa que se enamora por encima de la pervivencia de la dinastia familiar, su comodidad y las apariencias, está bien interpretado gracias a esa rara belleza que a veces roza la fealdad, la elegancia y otras una frialdad que ayuda a este ser desorientado, que sólo parece no tambalearse en su farsa. Tilda Swinton, protagonista absoluta, trata de contarnos una histora de amor, pero sólo llega a transmitirnos el drama de Emma y un ciclo vital que se renueva o se descubre por primera vez, al tiempo que la empresa familiar cae.

Por otro lado, se apuntan tintes de drama coral de clases, tipo inglés, con mansión, ricos y criados y la represión de una dura educación en las normas sociales; también recuerdan a esas historias de sagas familiares llenas de secretos, donde el cine italiano ha hecho grandes filmes como ‘Novecento’ o ”La mejor juventud’; o incluso el principio puede recordar a la irlandesa ‘Dublineses’ de John Huston, con su nieve, su cena y sus secretos. Todos estos ejemplos son filmes de contención, pero de mensaje tangible y accesible. Sin embargo, aquí hay algo de presunción. Yo soy el amor ( Io sono l´amore) es una de esas películas que se quedan entremedias de una gran verdad íntima. Resulta muy clara en sus intenciones pero no deja translucir lo suficiente la expresión del tema tal y como se merece. De hecho es obvio desde la cena inicial y el título, pero la metamorfosis de los personajes no convence y el recurso final que desencadena la decisión inevitable está muy manido.